viernes, 12 de marzo de 2010

Mariquita





Excelentísimo Señor:
Ya llegado el caso de haber apurado todos los medios de dulzura que el amor y la moderación me han sugerido por espacio de tres largos años para que mi madre, cuando no su aprobación, cuanto menos su consentimiento me concediese para la realización de mis honestos como justos deseos; pero todos han sido infructuosos pues cada día está más inflexible. Así, me es preciso defender mis derechos: o Vuestra Excelencia mándeme llamar a su presencia, pero sin ser acompañada de la de mi madre, para dar mi última resolución, o siendo ésta la de casarme con mi primo, porque mi amor, mi salvación y mi reputación así lo desean y exigen, me mandará V. E. depositar por un sujeto de carácter para que quede en más libertad y mi primo pueda dar todos los pasos competentes para el efecto. Nuestra causa es demasiado justa, según comprendo, para que Vuestra Excelencia nos dispense justicia, protección y favor.
No se atenderá a cuanto pueda yo decir en el acto del depósito, pues las lágrimas de madre quizás me hagan decir no sólo que no quiero salir, pero que ni quiero casarme. Así, se me sacará a depósito aún cuando llegue a decir uno y otro.
Por último, prevengo a V. E. que a ningún papel mío que no vaya por manos de mi primo dé V. E. asenso ni crédito, porque quién sabe lo que me pueden hacer que haga.
Por ser ésta mi voluntad, la firmo en Buenos Aires, a 10 de julio de 1804.

María de los Santos Sánchez.









De este modo me topé con la escritura de Mariquita, o mejor dicho, María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco. Como siempre me sucede, "algo" en esa carta llamó mi atención, creo que enseguida supe que la hija de Cecilio Sánchez de Velazco y Magdalena Trillo era una mujer a la que no se le podía responder con un "no". Da la impresión de ser una mujer muy firme...incluso, demasiado audáz para la idea que yo tengo en la cabeza acerca de la mujer del siglo XIX. Lo cierto es que comencé la búsqueda de otros escritos dejados por ella, de algún documento que me permitiera captar su "humanidad", el tipo de persona que fue, en el marco de esa Buenos Aires pre-revolucionaria.


Realmente Mariquita fue la niña de los ojos de sus padres; fue hija única debido a los abortos y malos partos que soportó su madre. Una niña educada en el atractivo y seductor ideario de la Ilustración pero limitada por la rigidéz de la sociedad virreinal.


Su madre se había casado por primera vez siendo muy joven, y es precisamente con un pariente de su primer marido, un tal Diego del Arco, con quien comprometen a Mariquita. Pero la niña ya estaba enamorada de su primo segundo, el ayudante de la División Cañoneras en Bs. As. Martín Jacobo Thompson...y era correspondida. Mientras a Martín lo enviaban, primero a Cádiz y luego a Montevideo ya como Alférez de Fragata, se iniciaba el juicio de disenso presidido por el Virrey Sobremonte.


La boda de Martín y Mariquita, bendecida por Fray Cayetano Rodríguez tuvo lugar el 26 de junio de 1805. A diferencia de su madre, ella tuvo cinco buenos partos: cuatro mujeres (Florencia, Clementina, Albina y Magdalena) y un varón (Juan). Thompson fue designado en 1816 a embarcarse en función diplomática a Estados Unidos, a la edad de 39 años. Murió tres años después regresando a su patria, con problemas mentales.


Pasado un año Mariquita contrajo matrimonio con un joven francés, Washington de Mendeville, cuya conducta le deparó muchos sinsabores que terminaron en separación, disimulada por las funciones diplomáticas del marido fuera del país. De este matrimonio tuvo tres hijos: Julio, Carlos y Enrique.

Tuve oportunidad de leer algunas líneas dedicadas a este segundo matrimonio con motivo de la muerte de Mendeville, en ellas la desilusión es tangible, creo que en su momento ella aceptó al diplomático francés porque necesitaba tener un esposo que ocupara cierto lugar dentro de la sociedad, que la acompañara y al mismo tiempo que la protegiera. Nada de eso ocurrió evidentemente.

Formó parte de la Sociedad de Beneficencia, siendo una de las fundadoras, primera secretaria de la institución en 1823 y presidenta de la misma entre 1830 y 1832. A ésta se le encomendaban las escuelas y colegios de mujeres de toda la provincia de Buenos Aires. También administraba hospitales y casas de huérfanos.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas vivió en el exilio de Montevideo, a pesar de la vieja amistad que existía, pues tomó partido por los opositores al régimen, entre los que estaba su hijo Juan. Esto se debe, a que Mendeville al ser cónsul de Francia, mantenia conflictos diplomaticos con Rosas. Renunció en estos tiempos a dicha Sociedad, pero luego se reincorporó y trabajó incesantemente en ella hasta entrada su vejez.

Aquí les dejo otra correspondencia: cartas entre Esteban Echeverría y Mariquita.

(1838 - 1845)




Mi estimado Señor Echeverría:

Yo tenía una deuda sobre mi corazón y me alegro que usted me haya proporcionado el modo de satisfacerla. Usted tuvo la bondad de mandarme un ejemplar de Los Consuelos, y yo no le di las gracias, y esta falta de atención, aunque no de aprecio, me hace ahora agradecer aún mucho más el tomo de La Cautiva, que he recibido. Crea usted que es muy lisonjero este presente, que conservaré con reconocimiento y que le deseo al autor el buen suceso que merece tan justamente.

El texto anteriormente transcripto corresponde a un borrador de doña Mariquita, hallado en el Archivo del Dr. Lezica, junto con la respuesta del poeta:

Señora:
Abriga usted un corazón de aquéllos que nunca envejecen y tiene una memoria tan viva como es inagotable su sensibilidad. ¿Usted acordarse de mis Consuelos, cuando el autor los ha olvidado ya y sólo los recuerda como solemos rememorar despiertos las imágenes tristes de un sueño fugitivo? ¡Usted considerarse deudora de un testimonio tan pequeño de aprecio, único don que pueden ofrecer las musas? Acepto, desde luego, gustosísimo, las gratas expresiones de su carta y me lisonjea haberlas merecido. Pero me permitirá decirle que ni antes ni ahora he aspirado a otra cosa que a hacerme acreedor a la estimación de la digna madre de uno de mis amigos y de una de las porteñas que más honran a nuestra patria.
Quiera usted recibir la sincera expresión del respeto y estimación que le profesa
S. S. Q. B. S. P.

Esteban Echeverría.
Septiembre 21, 1838.

Mucho es lo que me gustaría incluir, pero no quiero cansarlos, sólo quiero modificar esa imagen cristalizada en nuestra memoria de Mariquita cantando el himno en su casa, para un selecto grupo de invitados, porque está claro que era bastante más que eso.
¡Hasta la próxima!