

Lo escrito permanece, las palabras se las lleva el aire.
Pasado un año Mariquita contrajo matrimonio con un joven francés, Washington de Mendeville, cuya conducta le deparó muchos sinsabores que terminaron en separación, disimulada por las funciones diplomáticas del marido fuera del país. De este matrimonio tuvo tres hijos: Julio, Carlos y Enrique.
Tuve oportunidad de leer algunas líneas dedicadas a este segundo matrimonio con motivo de la muerte de Mendeville, en ellas la desilusión es tangible, creo que en su momento ella aceptó al diplomático francés porque necesitaba tener un esposo que ocupara cierto lugar dentro de la sociedad, que la acompañara y al mismo tiempo que la protegiera. Nada de eso ocurrió evidentemente.
Formó parte de la Sociedad de Beneficencia, siendo una de las fundadoras, primera secretaria de la institución en 1823 y presidenta de la misma entre 1830 y 1832. A ésta se le encomendaban las escuelas y colegios de mujeres de toda la provincia de Buenos Aires. También administraba hospitales y casas de huérfanos.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas vivió en el exilio de Montevideo, a pesar de la vieja amistad que existía, pues tomó partido por los opositores al régimen, entre los que estaba su hijo Juan. Esto se debe, a que Mendeville al ser cónsul de Francia, mantenia conflictos diplomaticos con Rosas. Renunció en estos tiempos a dicha Sociedad, pero luego se reincorporó y trabajó incesantemente en ella hasta entrada su vejez.
Aquí les dejo otra correspondencia: cartas entre Esteban Echeverría y Mariquita.
(1838 - 1845)
Mi estimado Señor Echeverría:
Yo tenía una deuda sobre mi corazón y me alegro que usted me haya proporcionado el modo de satisfacerla. Usted tuvo la bondad de mandarme un ejemplar de Los Consuelos, y yo no le di las gracias, y esta falta de atención, aunque no de aprecio, me hace ahora agradecer aún mucho más el tomo de La Cautiva, que he recibido. Crea usted que es muy lisonjero este presente, que conservaré con reconocimiento y que le deseo al autor el buen suceso que merece tan justamente.
El texto anteriormente transcripto corresponde a un borrador de doña Mariquita, hallado en el Archivo del Dr. Lezica, junto con la respuesta del poeta:
Señora:
No eres capaz de escribir algo...algo sobre una mano, por ejemplo -le dijo, con taciturna exasperación.
-No sabría redactarlo, pero podría decirte lo que pienso y tú lo escribirías -repuso ella y comenzó a hablar, apenas tocada su humildad por un resto de impaciencia.
Poco después de escucharla, escribió él:
"Estaba allí, sobre la mesa, como si no perteneciese a nadie. Su superficie se hallaba entrecruzada, como los planos, por unas líneas celestes. A no ser por las venas que se extraviaban dulcemente, hubiera producido miedo, porque era una mano tirada sobre la mesa. Parecía que todos porían levantarse e irse, dejándola allí, separada, procurando explicarse por qué no pertenecía a nadie. Era una mano remota, pensativa, que había enloquecido. Una mano arrojada sobre la mesa, que elegía, solitariamente, la forma de su locura.
Estuve tentada de darla vuelta para escrutar su palma. Me parecía necesario verificar si una línea se detenía, de pronto, en una curva cerrada y breve. Me parecía necesaro advertirla para que se tranquilizara, cesara de luchar y pudiese ser, de nuevo, una mano cruzada por rieles celestes.
Pero la mano no lo hubiera permitido. Comenzó a entristecerse. Extendió los dedos, recobró la porción de paz extraída de su propio delirio hasta quedarse quieta, agobiada, pero a salvo.
Fue en ese momento que alguien se la adjudicó desde la penumbra."
ANTES QUE MUERAN (1944), Norah Lange.