martes, 15 de septiembre de 2009

Ser Hamlet



Hace pocos días me preguntaron cuáles eran mis libros preferidos e inmediatamente pensé en Hamlet, y a continuación traje a mi memoria la imagen que asocio al texto: la de kenneth Branagh vestido de negro con la nieve cayendo sobre él. No encontré exactamente ésa pero ésta sirve igual. La figura del solitario y desconfiado príncipe queda de manifiesto.
También podemos sentir la soledad de un aislamiento
autoimpuesto para lograr transformarse en
un fantasmal observador, cual investigador tras una pista que ratifique su hipótesis.
Aquí nos encontramos en principio frente a un caso
de captura de la verdad...¿Pero cuál es el precio?
Para Hamlet, la muerte. Su búsqueda es despiadada. El verdadero rey ha muerto, probablemente asesinado y él es el príncipe heredero, quien como tal no debe explicar nada a nadie...entonces ¿Por qué debería tener consideraciones con alguien? Ya no hay trabas para su rebeldía absoluta.
En Hamlet hay un traidor. el actual rey, a quien es preciso destronar: para
ello hay que utilizar un método de justificación moral y hacer de ese acto un
emblema de la corrupción universal contra la que cualquier joven se debe oponer.
En una tragedia, si hay crimen hay venganza, pero aquí lo más importante es "cómo" lograr tal fin. El medio empleado por nuestro apesadumbrado protagonista es el lenguaje. Pone trampas constantemente, hace insinuaciones, sugerencias, expresa sorpresa...habla solo sabiendo que lo siguen, que lo escuchan. Pasamos de un estado de quietud y equilibrio a uno de ruptura, de caos y confusión.
(...)
Ser o no ser...He ahí el dilema.
¿Qué es mejor para el alma, sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos, o levantarse en armas contra el océano del mal,
y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir...
Nada más; y decir así que con un sueño
damos fin a las llagas del corazón
y a todos los males, herencia de la carne,
y decir: ven consumación, yo te deseo. Morir, dormir,
dormir...¡Soñar acaso!¡Qué defícil! Pues en el sueño
de la muerte ¿qué sueños sobrevendrán
cuando despojados de ataduras mortales
encontremos la paz? He ahí la razón
por lo que tan longeva llega a ser la desgracia.
¿Pues quién podrá soportar los azotes y las burlas
[del mundo
la injusticia del tirano, la afrenta del soberbio,
la angustia del amor despreciado,la espera del juicio,
la arrogancia del poderoso, y la humillación
que la virtud recibe de quien es indigno.
cuando uno mismo tiene a su alcance el descanso
en el filo desnudo del puñal? ¿Quién puede soportar
tanto? ¿Gemir tanto? ¿Llevar de la vida una carga
tan pesada? Nadie, si no fuera por ese algo tras la
[muerte
-ese país por descubrir, de cuyos confines
ningún viajero retorna- que confunde la voluntad
haciéndonos pacientes ante el infortunio
antes que volar hacia un mal desconocido.
La conciencia, así, hace a todos cobardes
y, así, el natural color de la resolución
se desvanece en tenues sombras del pensamiento;
y así empresas de importancia, y de gran valía,
llegan a torcer su rumbo al considerarse
para nunca volver a merecer el nombre
de la acción. (...)
¿Cómo no amar el modo de hablar del Príncipe de Dinamarca? Simplemente- y me hago eco de palabras de otros- grandilocuente, hiriente, brillante.
Peti's

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